martes, 25 de junio de 2013

Las protestas sociales de Brasil.

Mi sentido pésame a la señora Pilar González de Torre, por el lamentable fallecimiento de su señor padre Indalecio González Villarreal.
Tamaulipas México.- Brasil país modelo de modernización y desarrollo capitalista, un ejemplo para el mundo, es la séptima economía del planeta, ha dejado de ser la celebridad económica mundial, al olvidar al otro Brasil, al de la desigualdad y exclusión social, al de la corrupción y al de la discriminación, cuestiones que subyacían aparentemente ocultas hasta antes del recién expresado descontento social.

Viene a cuento lo anterior por las protestas multitudinarias que sacudieron abruptamente la nación brasileña, teniendo en jaque a la economía y la política carioca, manifestaciones que comenzaron hace dos semanas, coordinadas inicialmente por el Movimiento para el Transporte Gratuito, como reacción al aumento en las tarifas del transporte público en Sao Paulo.

Cabe señalar que una vez la muchedumbre heterogénea ya en la calle, la reivindicación inicial se transformó en una exigencia general de mejores servicios públicos y mayores inversiones en educación, salud, vivienda, seguridad social, reforma agraria y urbana.

Agregando otras banderas como protestar contra la corrupción; contra la propuesta de reforma constitucional para quitarle al Ministerio Público el poder de investigar a funcionarios; contra congresistas que acaban de aprobar un proyecto para tratar la homosexualidad como enfermedad mediante terapia sicológica.

De igual modo los manifestantes reprocharon la gestión de la presidenta Dilma Rousseff por el excesivo dinero invertido a la celebración de la Copa Confederaciones de fútbol; la visita del Papa en julio a la Jornada Mundial de la Juventud en Río; en 2014 la Copa del Mundo y en 2016 los Juegos Olímpicos.

Como podrá observarse el Movimiento Social no tiene la dirigencia de algún partido político, de ahí que los especialistas especulen que los principales dirigentes de las protestas son jóvenes profesores y estudiantes de ideología izquierdista que debaten en el aula el problema del deterioro de gobernabilidad del Brasil.

Así pues, en Brasil estas manifestaciones se producen tras una sucesión de escándalos de corrupción que en los últimos años asolaron al Congreso, Gobierno y partidos, incluido el gobernante Partido del Trabajo (PT), que enfrentó al final de 2012 un histórico juicio en el que fueron condenados ex ministros y ex dirigentes.

No se puede dejar de reconocer que la clase media vio un importante repunte en la primera década del siglo XXI, sin embargo la mayoría de los brasileños sigue estando dentro de un estrato social bajo.

Tengamos presente que los jóvenes manifestantes que han salido a las calles cuestionan al PT en el poder de ser en teoría un partido de izquierda y en los hechos un partido conservador institucionalizado, tan es así que los petistas y marchistas de otros grupos políticos de centro e izquierda fueron expulsados por enérgicos jóvenes enrollados en la bandera de Brasil.

Aquí viene a colación lo que el sociólogo Boaventura de Sousa Santos, expresó:

“una sociedad tan desigual, corrupta y discriminadora como la brasileña, tan parecida a la mexicana, solo puede darse el lujo de pagar el precio del progreso “profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que consideran que el progreso sin dignidad es retroceso”.

De ahí que el drama brasileño puede servir de espejo a México país de terrible desigualdad.

Al efecto el gobierno de Enrique Peña Nieto inicio su gestión con la Cruzada contra el Hambre, un programa inspirado en el Fome Zero (Hambre cero) del ex presidente Inázio Lula Da Silva, que si bien es cierto redujo el hambre en ese país, en México no es suficiente para el desarrollo social ni para terminar con la pobreza y como así aconteció en Brasil.

En ese tenor el gobierno y Congreso deberían ser más persistente en las reformas, sobre todo la fiscal debe obligarse a las grandes empresas a pagar impuestos y la energética fortaleciendo y reestructurando a Pemex en todos los rubros, con nuevo régimen fiscal, sin inversión extranjera, ni nacional, para seguir desarrollando la economía, pero sin olvidar a su gente que como en Brasil que aquí tampoco ya aguanta la situación en que sobrevive.

De tal modo que si dichas reformas no se procesan en los términos apuntados podrían dar paso a movilizaciones espontáneas de la sociedad mexicana, jóvenes, así como protestas de los partidos de izquierda.

Por otra parte, retomando el tema de la protestas, para enfrentar la crisis, lo mejor que ha hecho la presidenta brasileña Dilma Rousseff no ha sido ofrecer un gran pacto para mejorar los servicios públicos, sino reconocer la legitimidad democrática de las protestas, el orden y el dialogo.

En definitiva el descontento social de Brasil deriva de la insatisfacción de las demandas de la sociedad brasileña con la política tradicional, un divorcio del elector con sus políticos, un desarrollismo inequitativo, inflación elevada, crecimiento estancado a pesar de ser la séptima economía mundial y del grupo de los BRICS.
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