martes, 18 de diciembre de 2012

ARRANQUE DEL GOBIERNO PEÑANIETISTA.


El arranque del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto en los primeros quince dias de administración, ha sorprendido a comentocratas y politicologos por la rapidez con que el mandatario ha desplegado la acción gubernamental en la reorganización administrativa acuerdos, iniciativas, leyes y comunicación política.

Se debe señalar que esa celeridad nos hace ver a distancia y escepticismo, el inicio de un posible cambio de sistema de partido hegemónico a un sistema plural, con todas las implicaciones que conllevan a una perspectiva de consolidación.

De ahí que el presidente Peña Nieto haya iniciado el sexenio conforme a la tesis de la acumulación de poder como titular del Ejecutivo. El nuevo gobierno que empieza desarrolla un plan de posicionamientos políticos, una estrategia de medios, proyectando la imagen de un gobierno ordenado y eficaz.

Cabe decir que el propósito fundamental del nuevo gobierno es consolidar el poder de la presidencia de la republica, que el de reformar el régimen presidencial.

Por tanto cada decisión está pensada en términos de comunicación política, cada paso está diseñado para fortalecer y prestigiar al presidente, eficacia en la coordinación de los mensajes del mandatario, sus supersecretarios, coordinadores parlamentarios tricolores y el propio PRI.

Así pues, en las dos primeras semanas de su administración, Peña Nieto ha conseguido lo que parecía improbable: un pacto político por escrito con los principales partidos opositores PAN y PRD; una reforma educativa; la aprobación de reformas para reorganizar la administración pública federal; la Ley de Ingresos para el ejercicio fiscal de 2013 y la casi segura aprobación del Presupuesto federal para ese año.

Además, se restablecieron las relaciones cordiales y de colaboración con el Gobierno del Distrito Federal y el plan de seguridad pública. Lo que no es poca cosa para tan poco tiempo.

Como podrá observarse detrás de los logros del gobierno de Peña Nieto, está el eficaz equipo de operadores políticos que posee, con mucho oficio político, utilizándolo en beneficio de su jefe y de su partido, mismos que están actuando desde mucho antes de que el mexiquense tomase posesión como Presidente de la República.

En ese tenor Peña Nieto parece que va muy rápido, de ahí que se tejen todo tipo de especulaciones para exaltar y engrandecer al nuevo gobierno o para acusarlo de comprar a sus opositores y, a éstos, de venderse. Ambos casos parecerían lógicos.

Por consiguiente se ha recuperado el viejo oficio de la negociación. Para eso es la política. Lo otro es el enfrentamiento, la lucha sin resultados, la guerra. Es justo decir que esos operadores políticos han encontrado respuesta en sus interlocutores de la oposición, quienes pese a las crisis internas que viven sus partidos, han sido capaces de escuchar, negociar, ceder, obtener, acordar como ocurre cuando se pacta.

Sin embargo habrá que esperar el cumplimiento de los acuerdos para entonces confirmar si el cambio fue real o cosmético. No se puede olvidar que muchos de los que ahora pactaron son los mismos protagonistas que no pudieron o no quisieron llegar a acuerdos durante los 12 años de gobiernos panistas.

Huelga decir que el cambio político profundo ha sido lento, si bien uno de sus pilares, el establecimiento del pluralismo, sobrevive, su afianzamiento y sus posibilidades de responder a los problemas del país dependen del establecimiento de nuevas reglas constitucionales que lo lleven a la reconstrucción de Estado.

En definitiva los primeros días del presidente Peña Nieto sus rápidos logros han sido avasalladores y la oposición no puede dejar de ser el contrapeso indispensable, pero para eso deben modificar sus métodos de análisis al Presidente y desarrollar nuevas tácticas y estrategias, olvidándose de analogías obsoletas del pasado para retomar el papel de interlocutores del poder so pena de convertirse en comparsas del presidente.
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