viernes, 24 de junio de 2011

DEBATIR IDEAS, NO A LAS DESCALIFICACIONES.

DEBATIR IDEAS, NO A LAS DESCALIFICACIONES.



Es legítimo que los partidos políticos se enfoquen su prioridad en las elecciones presidenciales del 2012, para conquistar o retener el poder público según sea el caso, se van perfilando los escenarios partidistas para los ya inminentes comicios del Estado de México, Coahuila y Nayarit, previos a la madre de todas las batallas.



De ahí que las elites políticas tiendan a polarizarse, a replegarse, a endurecer el discurso, unos a politizar la justicia para perseguir a los oponentes políticos y otros magnificar los errores de sus adversarios, en suma a prevalecer sus estrategias electorales por sobre el interés general del país.



La competencia por la candidatura presidencial intrapartidista está en pleno apogeo Enrique peña nieto aventaja por mucho a Manlio Fabio Beltrones en el PRI.

Ernesto Cordero aspirante pantalla con sus tonterías a crecido en popularidad, tal vez para proteger a Josefina Vázquez Mota la posible tapada, Alonso Lujambio, Creel, Javier Lozano, Jalisco, Emilio González y Heriberto Félix solo son rellenos en el PAN; Andrés Manuel López Obrador va cincho sobre Marcelo Ebrard del PRD, PT y Convergencia.

En ese orden de ideas ha quedado de manifiesto que los actores políticos no tienen visión de Estado sino intereses partidistas cortoplacistas, frenan el desarrollo del país que padece una severa crisis económica con altas tasas de desempleo, pobreza, marginación e inseguridad y violencia delincuencial.



Situación que se ha convertido en un lastre para México, por lo que durante los próximos doce meses, un tiempo valioso donde la ciudadanía ya no abriga expectativas de consensos en temas vitales como las reformas estructurales, como la política, la económica, energética, educativa y laboral, por ser más importantes las cuestiones electorales.



Por lo tanto en el Congreso de la Unión debiera debatirse los proyectos de nación del PRI, PAN y PRD ahí representados. Sin olvidar que hacer política también es dialogar y consensar. Sin que el consenso se entienda como claudicación o rendición, sino reconociendo en las diferencia las coincidencias.



La sociedad está interesada en que lo actores políticos debatan, confronten ideas, dejando claro la diferencia entre convicción y cerrazón, entre crítica y descalificación. Las políticas públicas de los tres órdenes de gobierno deben ser sometidas a escrutinio y evaluación seria, puntual, al margen de los interese electorales.



Sería políticamente correcto y más útil que el PRI, el PAN, el PRD y los mini partidos explicaran, de cara a la nación, qué les parece más conveniente de cada reforma y qué no; qué procede o no procede de la reforma del Estado; dónde tienen convergencias, diferencias insalvables en materia laboral o energética.



Como una utopía se considera que la partidocracia diera una descripción puntual de cómo mejorarían la política de seguridad pública o cuáles serian las estrategias para generar empleos; para combatir la pobreza, es decir precisando los cómo y no solo los qué de sus propuestas, sin recurrir a ingeniosos discursos de gran efecto mediático, pero de poca o nula profundidad ideológica.



Si para los partidos políticos se trata de ganar la preferencia electoral de los ciudadanos, que sea mediante el debate y confrontación de ideas, proyectos y programas y no con la persecución política, ni el cómodo recurso de los adjetivos calificativos, es decir con la descalificación de los adversarios políticos.



En definitiva desde ahora y a casi un año de las elecciones presidenciales, la clase política ha evidenciado una vez más que lo único que le interesa es el poder por el poder mismo y no lo que puede o pudo hacer con él en beneficio de los mexicanos. El discurso del miedo y la descalificación del adversario político son más redituables que el duelo de las ideas.
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