viernes, 1 de junio de 2012

EL REGAÑO DE SICILIA





En una escena inédita e impensable, Javier Sicilia se sintió con derecho a regañar a los cuatro candidatos presidenciales, sin haber hecho nunca nada por la seguridad, hasta que sufrió en carne propia la violencia con el asesinato de su hijo, de ahí que ahora se transformó en la conciencia crítica el país.



La reunión en el alcázar del Castillo de Chapultepec, luego del beso y abrazo de rigor, Sicilia se dio el lujo de sentar a cada uno de los candidatos a la presidencia, para regañarlos, insultarlos, y reclamarles, para obligarlos autoritariamente a adoptar sus propios puntos de vista y criterios del citado líder político religioso.



En efecto el dirigente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad se les fue a la yugular a los candidatos, a la panista Josefina Vázquez Mota le reprochó representar a un país que ha dejado hecho un camposanto; a Peña Nieto lo acusó de ser el viejo PRI con un discurso frío y por el asunto de Atenco.

A López Obrador quien se negó a besar al dirigente de las víctimas, lo menos que le dijo “que era un mesiánico, autoritario e intolerante” y a Gabriel Quadri que representa a la mafia de la profesora Elba Esther Gordillo. De esto se concluye que el es único ejemplo a seguir y que no tiene falla alguna es el propio Sicilia.

El poeta y escritor, también acusó a los partidos políticos de no haber hecho una “limpieza honorable” de sus filas y de haber negado al país la concreción de una reforma política amplia.

Ya encarrerado el poeta también arremetió contra las próximas elecciones federales las que calificó como “ignominiosas”. En términos de Sicilia, las elecciones “han hecho salir a las calles a los jóvenes para encontrar el camino que ustedes (los partidos políticos) cancelaron”. En opinión del escritor, las campañas electorales “parecen la continuación de la violencia por otros medios”.

Por otra parte no debe pasarse por alto que la tarea y fin más importante del estado es proteger la vida y la integridad física de sus ciudadanos; por lo que la propuesta de Sicilia para que el estado mexicano abandone su responsabilidad de combatir a la delincuencia, es inaceptable.

Tal vez su actitud se explica pero no se justifica ya que en una fase coyuntural afectada por la estrategia de seguridad, su ideología anarquista católica pugne a nombre de las víctimas una nueva forma de Estado, ya no basada la soberanía y la pluralidad sino en la bondad religiosa.



De tal suerte que su discurso político, que no religioso ni de dolor, se basa en la intención de someter al Estado, de suprimir su tarea obligatoria de ejercicio del monopolio de la fuerza y de anteponer los sentimientos de los ciudadanos por encima de las tareas de gobierno.



De ahí, que el movimiento de Sicilia sea minoritario y no tenga el apoyo de los miles de aquellos ciudadanos cuyas comunidades han sido liberadas por la acción de seguridad del Estado.



La cuestión no radica en el autoritarismo con el que Sicilia quiere imponer sus puntos de vista y a partir de ahí vía su discurso de reclamos irracionales, obligar a los candidatos a comprometerse con los postulados de su movimiento, sin preocuparse por las comunidades que aún siguen padeciendo la violencia delincuencial.

Al final, Sicilia ha exigido a los candidatos y a los funcionarios que ofrezcan disculpas a las víctimas, sobra decir que solo Josefina Vázquez Mota lo hizo, pero nada, absolutamente nada, les pide ni exige a los líderes del narcotráfico y de la delincuencia que hagan lo mismo.

En definitiva el silencio de Javier Sicilia ante la violencia delincuencial y su conducta arrogante, intolerante y hasta a veces ofensiva contra los cuatro candidatos presidenciales, ha convertido al poeta en un fundamentalista de la paz que beneficia a la delincuencia y su movimiento lo ha llevado a buscar el estado de anarquía sin autoridad gubernamental.
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