martes, 24 de septiembre de 2013

Desastres naturales y liderazgo político.



Tamaulipas México - Los desastres naturales dejan a la vista las carencias que tiene una Administración gubernamental y ponen a prueba la capacidad de gestión de los recursos públicos, y del liderazgo político de sus gobernantes para dar respuesta a sus gobernados.

Viene a cuento lo anterior por la devastación causada por “Ingrid” y “Manuel”, que damnificó a las tres cuartas partes de México, cuyas pérdidas de vidas fueron mínimas pero los daños materiales causados a carreteras y viviendas son gravísimos, que pueden provocar reacciones de inconformidad sino son canalizadas apropiadamente, que pueden empeorar la estropeada gobernabilidad.

A la circunstancia del nulo crecimiento económico, la recesión, desempleo, pobreza, problemas magisteriales, violencia delincuencial, se añade una catástrofe natural, que ha obligado al gobierno de Enrique Peña Nieto a cambiar de planes, desde bajarle el ritmo a las Reformas estructurales y suspender los viajes internacionales, hasta recorrer kilómetros de zonas afectadas por Ingrid y Manuel.

Señalemos que lo más preocupante es que el mandatario admitió que los recursos del Fonden, que ascienden a 12 mil millones de pesos, solo servirán para solventar las contingencias, reparación y reconstrucción de infraestructura, pero son insuficientes para atender los daños que se han observado en los estados del país, urgiendo a los gobernadores el recuento de los mismos y su evaluación.

Todo ello con la finalidad de incluirlo en el Presupuesto de Egresos 2014 que se presentó al Congreso de la Unión, para destinar más recursos al Fondem para la reconstrucción. Misma que deberá romper con los viejos paradigmas de volver a construir lo mal hecho de la misma forma en la que estaba, pero también en donde se evite, la corrupción

Cabe decir que de los daños causados por Manuel, quedó al descubierto que se siguió construyendo y dando permisos en zonas de riesgo para tener viviendas, que quedaron bloqueadas por desarrollos habitacionales que crecieron sin fin y sin ninguna regulación y planeación. De ahí que se hayan hecho enormes negocios con las reconstrucciones de muchos desastres. ¿Se acabará esa práctica?

Tengamos presente que un desastre natural no se puede evitar pero, se puede prever y se pueden diseñar mecanismos de alerta, protección y respuesta rápida en función de escenarios, probabilidades e hipótesis. Las políticas públicas se ven sometidas al juicio de la previsión, la dotación anticipada y el mantenimiento de recursos para el salvamento.

En la especie dicha situación no aconteció en el caso de las tormentas Ingrid y Manuel, ya que la destrucción y muerte ocasionadas habría sido producto de la negligencia, irresponsabilidad e incapacidad de las autoridades de Protección Civil Federal y del Gobierno de Guerrero, que no obstante conocer con anticipación la peligrosidad de meteoro no se actuó oportunamente.

Ahora bien si la previsión no se realizó con la anticipación debida, lógico es que la reacción del Gobierno peñanietista no fue tan rápida para asumir la gravedad de la situación, así como los cambios en las rutinas políticas y administrativas de respuesta como principales desafíos políticos. También la coordinación de la misma y la centralización del mando y funcionamiento de planes de emergencia.

En ese tenor la reconstrucción de infraestructuras y propiedades dañadas, se ha diferido, pues hasta en tanto los gobernadores de los estados midan correctamente su impacto, evalúen sus consecuencias, identifiquen prioridades y la determinación para restablecer a la población afectada en plazos razonables, es el desafío a los que el liderazgo político de Peña Nieto debe atender.

En esas condiciones el Presidente Peña hizo un llamado a la sociedad civil a brindar apoyo a los afectados como sucedió en 1985. “Hago un llamado de solidaridad a todos los mexicanos para que nos apoyen en lo que puedan en las labores de emergencia y de recolección de víveres como sucedió hace 28 años en la ciudad de México”.

Está visto que un programa de reconstrucción no constituye una obra pública más. Exige de una operación en la que articulen armónicamente los componentes legal, financiero, técnico y social. Si uno de éstos falla, los resultados se retrasarán y las resistencias irán haciendo cada vez más difícil y costosa la labor.

Tal parece que no se aprendieron las lecciones del sismo del 85, que enseñó que en una emergencia de ese calado la organización normal del gobierno es inapropiada. Se necesita coordinación y mando, pero resulta inadecuado pretender resolver el problema con los viejos esquemas verticales y clientelares con los que operan los gobiernos y siguen operando los gobiernos estatales.

Por otro lado el gobierno por sí no puede realizar la tarea. Necesita de la colaboración del sector privado y de las comunidades y los vecinos. Por lo tanto, la definición de los campos de actuación de cada uno se vuelve determinante, pues si se invaden los terrenos de lo que les corresponde, el proceso se vuelve conflictivo y sobretodo ineficaz.

En definitiva los desastres naturales pueden ser un desastre para la política, pero también son una oportunidad para lograr liderazgo político, sin embargo la tragedia de Ingrid y Manuel, el gobierno federal y de Guerrero no supieron gestionar oportunamente la previsión, la reacción y la reconstrucción, para dar soluciones y confianza, los valores más preciados para la democracia política.
lucarrso@hotmail.com
Twitter: @luiscarrs





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